Los cambios hormonales y fisiológicos durante el embarazo hacen que la mujer sea más susceptible a tener una infección urinaria. La prevalencia de bacteriuria (presencia de bacterias en la orina) es del 4-10% entre estas mujeres. Si no se trata, podría poner en riesgo la salud de la madre y la del bebé.
Para evitar complicaciones durante y después del embarazo, como tener un parto prematuro, bajo peso del bebé al nacer o problemas en las vías urinarias y el riñón de la madre, se recomienda hacerse un análisis de orina periódicamente (concretamente, uno en cada trimestre del embarazo).
En el primer trimestre de embarazo, el análisis de orina puede detectar la presencia de bacterias como la Escherichia coli, responsable del 70-80% de los casos de este tipo de infección. El tratamiento se basará en antibióticos que no atraviesen la membrana de la placenta para evitar que puedan afectar al desarrollo del bebé.
Mantener una correcta higiene íntima es fundamental para prevenir las infecciones urinarias durante el embarazo, en especial al limpiarse después de ir al baño y hacerlo de delante hacia atrás para no contaminar con bacterias la zona genital. También se recomienda usar ropa interior de algodón, orinar con frecuencia y beber suficiente agua (alrededor de 2 litros al día).
Aun así, se estima que el 50% de las mujeres tendrá una infección en el tracto urinario a lo largo de su vida. Por eso una de las medidas preventivas más eficaces es mantener un pH ácido en la orina, ya sea mediante la dieta o con suplementos, para dificultar que las bacterias proliferen, a la vez que restaurar el equilibrio ácido-base del organismo causado por la infección.